El consumo de cerveza crece en España y con ella, la cerveza artesana. En 2017 se bebieron en nuestro país casi 40 millones de hectolitros de cerveza, de los cuales unos 100.000 corresponden a lo que catalogamos como artesana. Pero, ¿qué es realmente una cerveza artesana y quién la consume?
El consumo de la cerveza en España
La cerveza es la bebida fría más consumida en hostelería y este último año ha crecido un 3,7%. Los expertos atribuyen este aumento del consumo a un mayor número de turistas –el 99,5% de los extranjeros que visitan España beben cerveza durante su estancia-, a la subida de un grado y medio en la temperatura media –más calor, más cerveza- y a la reactivación del consumo tras los años más duros de la crisis.
Sin embargo, todos los informes destacan España como un país en el que se bebe de forma responsable, aunque a veces no nos lo parezca. El 90,3% del consumo de cerveza en hostelería se realiza durante la tarde, el aperitivo y la comida y, casi siempre (94%), en compañía. Tenemos uno de los consumos per cápita más bajos de Europa, con 48,3 litros al año. La media europea es de 76 litros y el país que más bebe, República Checa, alcanza los 143 litros anuales por persona. Es decir, que en España bebemos cerveza sobre todo con amigos y acompañando unas tapas o la comida.
Las cervezas artesanas
El mercado de las cervezas artesanales crece un 12,5% en volumen y un 23,7% en valor, gracias a un incremento del precio que el cliente está dispuesto a pagar. Este crecimiento ha puesto en alerta a las grandes cerveceras, que en los últimos años han comprado participaciones en muchas microcervecerías y marcas en alza, cuando no directamente han creado sus propios productos para competir en el mercado. Un movimiento muy inteligente para copar parte de la demanda de cervezas artesanas aprovechando su potente red de distribución y sus acuerdos.
¿Qué consideramos una cerveza artesana?
Pero, ¿qué consideramos una cerveza artesana? El Real Decreto 678/2016 recoge la definición oficial de cerveza artesana: “Elaboración conforme a lo establecido en la presente norma de calidad, mediante un proceso que se desarrolle de forma completa en la misma instalación y en el que la intervención personal constituye el factor predominante, bajo la dirección de un maestro cervecero o artesano con experiencia demostrable y primando en su fabricación el factor humano sobre el mecánico, obteniéndose un resultado final individualizado, que no se produzca en grandes series, siempre y cuando se cumpla la legislación que le sea aplicable en materia de artesanía.” Una definición bastante vaga, en el que no se concretan ni volúmenes ni procesos.
La AECAI, Asociación Española de Cerveceras Artesanas Independientes, acota un poco más: “El volumen de producción anual máxima se establece en 5.000.000 litros, no utilizarán ingredientes distintos a la malta, de cebada y/o trigo como fuente de almidón con la finalidad de abaratar los procesos productivos a excepción de aquellas cervezas que por sus características requieran usar otro tipo de materia prima y no superen el 10% de la producción total de la fábrica”. Otros profesionales entienden que la cerveza para ser artesana debe ser sin pasteurizar, lo que limita su durabilidad y transporte, pero ya vemos que no es imprescindible para poder etiquetar como artesano.
En Estados Unidos el consumo de cerveza artesana se ha quintuplicado en la última década. En Europa se proyecta un aumento del consumo estimado de un 11% anual y en España, las previsiones hablan de un 33%.
¿Cómo es el consumidor de cerveza artesana?
Según un estudio de la empresa DSM, el grupo de edad que lidera este crecimiento son los menores de 30 años, especialmente aquellos que valoran el origen de los productos y la sostenibilidad. El motivo de consumo es la variedad y diferencia de sabor respecto a las industriales, así como la calidad percibida. La mitad de los consumidores de cerveza artesana lo hace al menos una vez por semana y declaran beber mucha menos cerveza industrial que antes. Es curioso que dos tercios reconocen que se sienten “especiales” por beberla y no les importa pagar más. No son fieles a ninguna marca, sino que les gusta probar continuamente nuevos productos.
A pesar de que valoran lo local, les importa más cómo se ha hecho la cerveza que dónde. Es decir, les gusta y valoran que se realice en cantidades pequeñas y con productos frescos y locales, pero desean probar cervezas artesanas de todo el mundo, no solo de cercanía. El aficionado se convierte, así, en un coleccionista de cervezas. Se popularizan aplicaciones móviles como Untappd, en la que el usuario puede registrar las cervezas que prueba y su puntuación, descubrir marcas y cervecerías de todo el mundo, compartir con sus amigos y lograr insignias que le dan status dentro de la comunidad.
En definitiva, seguiremos asistiendo a un aumento y sofisticación de la categoría, con la llegada de más productos de otros países y la proliferación de microcervecerías nacionales, así como de marcas artesanas impulsadas por las grandes cerveceras. Al ser un producto de baja graduación, el aficionado puede probar más referencias y consumirla a lo largo de todo el día, con lo que se refuerza y se dispara el componente social y foodie de la categoría. Parece que este fenómeno seguirá creciendo mucho en los próximos años y ahí estaremos para brindar por ello.